¿Un templo o un pacto entre pueblos? La nueva teoría sobre Stonehenge que podría cambiarlo todo

Un nuevo enfoque sugiere que Stonehenge pudo haber sido construido como símbolo de unificación política entre las comunidades prehistóricas de Gran Bretaña.
Stonehenge pudo ser un símbolo político de unidad en la prehistoria, según nuevos estudios Stonehenge pudo ser un símbolo político de unidad en la prehistoria, según nuevos estudios
Stonehenge pudo ser un símbolo político de unidad en la prehistoria, según nuevos estudios. Foto: Istock

Desde hace siglos, el enigmático círculo de piedras de Stonehenge ha sido objeto de innumerables teorías. Se ha dicho que era un observatorio astronómico, un templo religioso o incluso un antiguo calendario solar. Sin embargo, una nueva hipótesis arqueológica plantea una idea completamente diferente: Stonehenge no solo fue un centro ceremonial, sino un símbolo de unidad política entre los antiguos habitantes de Gran Bretaña.

Un reciente estudio sugiere que este monumento megalítico pudo haber sido erigido en respuesta a un periodo de cambios sociopolíticos. Las piedras que lo componen, provenientes de distintos puntos de la isla, habrían sido transportadas hasta el sur de Inglaterra con la intención de representar la unión de diversas comunidades agrícolas y tribales. Pero, ¿qué llevó a estas antiguas poblaciones a unirse bajo un mismo símbolo?

El contexto histórico: una Gran Bretaña dividida

Para entender el significado de Stonehenge en su época, es necesario remontarse al Neolítico tardío y la Edad del Bronce, cuando la isla británica estaba fragmentada en pequeños grupos agrícolas y tribales. Estos pueblos tenían sus propias costumbres, dialectos y formas de vida, y a menudo entraban en conflicto por el control de los recursos.

Sin embargo, la llegada de nuevas poblaciones procedentes de Europa continental hacia el 2500 a.C. marcó el inicio de un periodo de transformación. Estas migraciones trajeron consigo innovaciones tecnológicas, nuevas formas de organización social y, posiblemente, nuevas estructuras de poder. En este contexto, la construcción de un gran monumento como Stonehenge pudo haber sido un intento de consolidar la identidad de estos grupos dispersos y reafirmar una idea de unidad entre los distintos linajes que poblaban la isla.

La Piedra del Altar, ubicada debajo de dos imponentes monolitos de sarsen
La Piedra del Altar, ubicada debajo de dos imponentes monolitos de sarsen. Foto: University College London

Las piedras que unieron a un pueblo

Uno de los aspectos más intrigantes de Stonehenge es el origen de sus piedras. Las llamadas “piedras azules”, utilizadas en la primera fase del monumento, fueron extraídas de las colinas de Preseli, en Gales, a más de 200 kilómetros de distancia. Más tarde, las grandes piedras de sarsen, que forman el anillo externo, fueron transportadas desde Marlborough Downs, a unos 30 kilómetros de la llanura de Salisbury. Este esfuerzo de traslado, que habría requerido la cooperación de cientos de personas, sugiere que Stonehenge fue mucho más que un simple templo: fue un proyecto colectivo que pudo haber servido como punto de encuentro y símbolo de una nueva identidad compartida.

Los arqueólogos han encontrado evidencia de que algunas de estas piedras pudieron haber sido reutilizadas de otros monumentos preexistentes en distintas partes de Gran Bretaña. Este detalle refuerza la teoría de que Stonehenge no fue solo un santuario, sino una declaración de unidad: cada piedra traída desde distintos territorios representaría el vínculo entre las comunidades que participaron en su construcción.

Un monumento para la memoria y la legitimidad

Si Stonehenge fue erigido como un símbolo de unidad, ¿qué propósito cumplía en la vida de sus constructores? Es posible que funcionara como un espacio ceremonial donde las diferentes tribus reafirmaban su lealtad a una nueva estructura social. Algunos investigadores creen que en el monumento se realizaban rituales funerarios, y que su orientación astronómica podría haber estado vinculada a celebraciones que marcaban los ciclos agrícolas y la continuidad de la comunidad.

Además, su construcción en un momento de cambios demográficos sugiere que pudo haber servido para legitimar nuevas formas de autoridad. Si diferentes grupos se integraron bajo un mismo liderazgo o federación, un monumento tan imponente habría sido clave para consolidar la nueva estructura de poder y reforzar la idea de pertenencia a un linaje común.

Un legado que sigue vigente

Hoy en día, Stonehenge sigue siendo un lugar de fascinación, y su significado continúa evolucionando con cada nueva investigación. Más allá de su función religiosa o astronómica, la idea de que fue un símbolo de unidad entre pueblos resuena con nuestra propia historia como civilización.

Al fin y al cabo, los monumentos tienen un poder que trasciende a quienes los construyeron. Son declaraciones de identidad, recordatorios del pasado y, en ocasiones, manifestaciones políticas. Stonehenge, con sus piedras traídas desde distintos rincones de Gran Bretaña, pudo haber sido el testimonio de una sociedad en busca de cohesión en tiempos de cambio. Y, aunque su función exacta siga siendo un misterio, una cosa es segura: su importancia en la historia de la humanidad es innegable.

  • University College London. Stonehenge may have been built to unify the people of ancient Britain. UCL News. Consultado el 21 de febrero de 2025