En el corazón de África, entre sedimentos y fósiles de hace más de un millón de años, un equipo internacional de arqueólogos ha destapado una verdad que nadie esperaba: nuestros antepasados no solo tallaban piedra, también sabían tallar hueso. Y lo hacían con una destreza que cambia radicalmente la forma en que entendemos sus capacidades mentales y su forma de vida.
La noticia ha saltado a los medios especializados tras la publicación en la revista Nature del estudio liderado por el arqueólogo Ignacio de la Torre, del CSIC, que documenta la aparición de 27 herramientas de hueso cuidadosamente fabricadas hace 1,5 millones de años en la Garganta de Olduvai, en Tanzania. El hallazgo no solo representa la colección más antigua conocida de este tipo, sino que demuestra que los primeros homínidos fueron capaces de aplicar técnicas complejas de talla, propias del trabajo en piedra, a materiales orgánicos como el hueso. Y lo más desconcertante es que esto ocurrió un millón de años antes de lo que se creía posible.
Un descubrimiento que reescribe la historia
El yacimiento arqueológico donde se encontraron estas herramientas, conocido como el T69 Complex, no es un lugar cualquiera. Forma parte de la legendaria Garganta de Olduvai, un sitio emblemático en la historia de la paleoantropología, donde ya se habían descubierto algunas de las primeras herramientas de piedra asociadas al Homo habilis y Homo erectus. Sin embargo, lo que ha salido a la luz en este nuevo estudio es diferente: huesos de elefantes e hipopótamos transformados en cuchillos prehistóricos, con bordes afilados, puntas agudas e incluso formas simétricas, diseñadas con precisión.

Los arqueólogos que excavaron el lugar entre 2015 y 2022 documentaron una producción sistemática de estas herramientas, lo que descarta por completo la idea de que se tratara de usos ocasionales o improvisados. Todo lo contrario: los homínidos que vivieron en esa región durante el Pleistoceno Inferior sabían lo que hacían. Eligieron los huesos más adecuados —principalmente de extremidades, por su resistencia— y los trabajaron con cuidado, aplicando fuerza controlada para eliminar fragmentos y dar forma a útiles funcionales.
¿Quiénes eran estos pioneros del hueso?
Aunque no se hallaron restos humanos directamente asociados a las herramientas, la datación del nivel arqueológico y el registro fósil de la zona apuntan a dos posibles fabricantes: Homo erectus o Paranthropus boisei.
Ambos habitaron la región hace 1,5 millones de años. Homo erectus es considerado uno de nuestros ancestros directos, conocido por su expansión fuera de África y por la creación de herramientas más elaboradas. Paranthropus, en cambio, era una especie más robusta, especializada en dieta vegetal, pero con una presencia bien documentada en Olduvai.
La hipótesis más aceptada es que Homo erectus fue el artífice de esta tecnología ósea, por su asociación con otros avances técnicos, como la cultura Achelense. Sin embargo, la posibilidad de que Paranthropus también haya participado en esta innovación no se descarta del todo. Sea como fuere, el descubrimiento revela que el dominio técnico y la capacidad de abstracción estaban más desarrollados de lo que imaginábamos en ese momento de la evolución.

Cuchillos de hueso en plena sabana
Uno de los aspectos más fascinantes del hallazgo es que muchas de estas herramientas fueron fabricadas con huesos de elefante, un animal poco frecuente en el conjunto faunístico del yacimiento. Eso sugiere que los homínidos no solo aprovechaban los restos que encontraban cerca, sino que transportaban huesos pesados desde otros lugares para transformarlos en herramientas. Un comportamiento que implica planificación, movilidad y una comprensión clara del entorno y de los recursos disponibles.
Los huesos tallados presentan marcas inequívocas de lascado: golpes dados con precisión para desprender pequeñas lascas y generar bordes cortantes. Algunas piezas muestran incluso muescas pensadas para facilitar el agarre, una solución ergonómica sorprendente. En términos de forma, hay desde herramientas puntiagudas hasta otras más anchas, similares a bifaces de piedra, lo que sugiere una gama funcional diversa: cortar carne, golpear, perforar o incluso trabajar otras materias.
Lo que hasta ahora era considerado un rasgo exclusivo de culturas más avanzadas del Paleolítico Medio o Superior —como las de Homo sapiens o neandertales— aparece ahora, de forma inesperada, en pleno Achelense primitivo.
La mente detrás del hueso
Más allá de la función de las herramientas, lo que este descubrimiento pone sobre la mesa es una cuestión mucho más profunda: la capacidad mental de quienes las crearon. Para adaptar una técnica aprendida en piedra al trabajo con hueso se necesita algo más que habilidad: hace falta comprender el comportamiento del material, anticipar el resultado de cada golpe y tener una idea clara del objeto que se quiere obtener. En otras palabras, se necesita pensamiento abstracto y capacidad de innovación.
Este tipo de razonamiento, que antes se consideraba exclusivo de etapas evolutivas más tardías, parece estar presente ya en estos homínidos de hace 1,5 millones de años. Y eso cambia por completo la línea de tiempo sobre el desarrollo de la inteligencia humana.
Además, el uso del hueso como materia prima indica una diversificación en las estrategias tecnológicas. Hasta ahora, el relato sobre los primeros humanos se centraba casi exclusivamente en la piedra. Este hallazgo amplía ese horizonte: nuestros ancestros experimentaban, adaptaban y expandían su repertorio técnico de formas que aún no comprendemos del todo.
¿Y si hay más de lo que pensamos?
Una de las consecuencias más llamativas del estudio es que podría estar abriendo la puerta a un mundo que hasta ahora ha permanecido invisible. Los huesos, al ser materiales orgánicos, se conservan peor que la piedra. Es posible que muchos restos arqueológicos hayan pasado desapercibidos o no se hayan interpretado correctamente. Tal vez haya cientos de herramientas de hueso esperando a ser reconocidas en colecciones de museos o yacimientos ya excavados.
Este descubrimiento, por tanto, no es solo una pieza aislada del pasado, sino un punto de inflexión que podría transformar la forma en que buscamos y entendemos los indicios de nuestras primeras capacidades cognitivas.
Referencias:
- de la Torre, I., Doyon, L., Benito-Calvo, A. et al. Systematic bone tool production at 1.5 million years ago. Nature 640, 130–134 (2025). DOI:10.1038/s41586-025-08652-5